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domingo, 8 de noviembre de 2020
De amor, de amistad y de un bucle temporal
Tom no podía creérselo. La chica de sus sueños le había dado su número de teléfono para quedar un día y tomar un café. Parecía el guion de la típica comedia romántica americana. Pero no, aquello era real. Con lo tímido que era Tom y, sin embargo, Clara se había fijado en él y lo había encontrado interesante.
"¿Y ahora qué?", se preguntó Tom. Pues, a partir de entonces, Tom empezó a encadenar un error tras otro. Básicamente, se trataba del mismo error repetido muchas veces. Y es que Tom se puso pesado con Clara a través de WhatsApp. Él no tenía medida. Le escribía de buena fe, pero lo hacía de una manera totalmente desmesurada.
Al final, Clara optó por bloquear a Tom, no sin antes recordarle que ella le había dado su número de teléfono simplemente para tomar un café, nada más. El chico se puso muy triste al comprobar que Clara le había bloqueado, pero, por supuesto, respetó su decisión y no se puso en contacto con ella de ninguna manera: ni con el móvil de su hermano ni con el móvil de algún amigo. Tom podía ser un pesado, pero tenía claro que con subterfugios no se iba a ninguna parte.
Así, pasaron unos cuantos meses, hasta que llegó el día del cumpleaños de Tom. A pesar del tiempo transcurrido, el chico seguía muy triste. Con todo y con eso, acudió a la cena con unos amigos que había organizado su hermano. La verdad es que Tom se esparció durante la velada, aunque, en un rinconcito de su cabeza, seguía pensando en Clara y en lo que pudo haber sido y no fue.
A todo esto, llegó el momento de soplar las velas del pastel de cumpleaños y formular un deseo. Tom no pudo evitar pensar una cosa que sabía que era imposible. "Deseo volver al 18 de diciembre". Y es que ese día exacto fue cuando Clara le había dado su número de teléfono. La cena finalizó y los asistentes se fueron a sus respectivos domicilios.
A la mañana siguiente, la alarma del móvil de Tom sonó y el chico la apagó mientras pensaba: "En fin, otro día más a trabajar". El chico se duchó, se vistió y desayunó. Después, salió a la calle y enseguida notó que hacía frío. "Qué raro, pero si estamos en pleno verano". Cogió su móvil para comprobar la temperatura, cuando vio algo que le chocó: en la pantalla se podía leer: "Miércoles, 18 de diciembre". Lo primero que pensó Tom era que su hermano le había gastado una broma cambiándole la fecha del móvil. "Qué gracioso", pensó irónicamente.
Tom prosiguió su camino hasta la estación de metro, cuando pasó por delante de un quiosco. "Claro, ahora me fijaré en las portadas de los periódicos y pondrá en todos ellos "Miércoles, 18 de diciembre". El chico hizo esa comprobación y, efectivamente, todos los diarios reflejaban esa fecha. "A ver", pensó Tom, "¿cómo narices mi hermano ha conseguido esto? ¿Acaso ha llamado a todos los directores de los periódicos para pedirles que modificasen la fecha?". Entonces, Tom preguntó al quiosquero: "Perdone, señor, ¿a qué día estamos?". El quiosquero le miró extrañado y le respondió: "A miércoles". "Ya, pero, ¿a qué día de qué mes?", le replicó el chico. "A 18 de diciembre", contestó el hombre, aún más asombrado que con la primera pregunta. Entonces, por primera vez Tom pensó en la posibilidad de que su deseo formulado en la noche anterior se hubiese cumplido, si es que la expresión "la noche anterior" tenía sentido en ese contexto.
"Clara", pensó el chico. Y empezó a correr y no paró desde el quiosco hasta la estación de metro. Y, en efecto, como cada mañana, se encontró con Clara. Hacía unos meses que se habían conocído. Siempre coincidían en la estación de metro por la mañana, cuando ambos se dirigían a sus respectivos trabajos. Al cabo de unos días de conocerse, empezaron a hablar. Hasta que, un día, Clara, ante la timidez de Tom, le dijo: "A ver si quedamos y tomamos un café". Tom le contestó: "Cuando quieras". "Te voy a dar mi número", replicó Clara. Y se sacó un pósit amarillo ý un boli de su bolso y anotó su número.
Tom no podía creérselo. La chica de sus sueños le había dado su número de teléfono para quedar un día y tomar un café. Parecía el guion de la típica comedia romántica americana. Pero no, aquello era real. Con lo tímido que era Tom y, sin embargo, Clara se había fijado en él y lo había encontrado interesante.
"¿Y ahora qué?", se preguntó Tom. "Pues ahora y aquí finaliza el bucle temporal", se contestó a sí mismo. Y es que el chico no estaba dispuesto a cometer los mismos errores del pasado, si es que esa expresión tenía sentido en ese contexto. En efecto, desde ese día, Tom comenzó a escribirle a Clara por WhatsApp, pero lo hizo en menor medida que, digamos, en la primera línea temporal. De esta manera, Tom consiguió, esta vez sí, tomarse un día un café con Clara.
La pareja habló largo y tendido, en una conversación muy agradable. Tanto, que hubo más citas después de esa. Hasta que, en una de ellas, Clara le dijo a Tom una frase que todo chico al que le gusta alguien no desea escuchar de boca de esa persona: "Tom, me caes muy bien, pero sólo como amigo". Pero el chico, contrariamente a lo que podría parecer, contestó: "De acuerdo, lo entiendo, no pasa nada". Siguieron charlando, hasta que la cita llegó a su fin. Anduvieron juntos un rato desde la puerta de la cafetería, hasta que sus caminos se separaron. Se despidieron, como siempre, dándose sendos besos en las mejillas.
Entonces, Tom decidió sentarse en un banco de la calle. Y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Y es que el chico estaba contento porque esta vez, en esta segunda línea temporal, había sido capaz de moderarse a la hora de escribirle a Clara. Y, si solamente podían ser amigos, por lo menos Tom no tenía nada que reprocharse a sí mismo esta vez.